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__________SOPORTE GRAFFITI. CUANDO LA CALLE ENTRÓ A LUGARES SACROS
__________David Flores Hora
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_Crítica sobre la exposición Soporte Graffiti de Entes & Pésimo, junto a sus invitados Naf, Seimiek, Neat y Mor. Sala Luis Miró Quesada Garland, Municipalidad de Miraflores, Lima. 08 a 30 de enero de 2004.
_Versión revisada y corregida de un texto que circuló originalmente como fotocopia el verano de 2004 en la Escuela Académica Profesional de Arte, de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Posteriormente, fue rebotada por el portal Pie de página en abril de 2004.
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__________Lo de Picasso era una mierda (sic)
De las columnas del virginal Tren Eléctrico en la Av. Aviación, a la sala de arte contemporáneo más visitada de Lima. De la persecución del Serenazgo, al elogio de la crítica. Del descalificativo de pandilleros, al calificativo de artistas. De las sub-culturas callejeras, al circuito cultural formal. Del desaire general de la sociedad peruana (católica, apostólica, romana), a la admiración de los conocedores.
Como una de las muestras con mayor carácter contemporáneo, con características polémicas, transgresoras y subversivas, se puede definir la exposición Soporte Graffiti, que se pudo ver entre el 08 y 30 de enero de 2004 en la Sala Luis Miró Quesada Garland de la Municipalidad de Miraflores.
Aquí el curador de esta exposición Rodrigo Quijano articuló muy bien los gritos gráficos de los autores-actores: Entes & Pésimo junto a sus invitados Naf, Seimiek, Neat y Mor. Ellos crearon una propuesta lúdica, expresionista y eufórica que fluctúa entre el cómic y la estética urbana.
En la historia de la humanidad ha sido constante el dejar huellas o dejar registro de la presencia humana. Esto lo podemos observar desde la prehistoria. En las cuevas de Altamira el hombre graficó lo que quería que siempre hubiese: el alimento. Este “animismo”, era dibujar lo que mantendría la vida al humano.
Pero el graffiti, como lo conocemos ahora, se consolida a comienzos de la década del setenta, en estratos afro-americanos de escasos recursos de ciudades como Chicago y Nueva York, donde el tren subterráneo se convirtió en el escenario de esta actividad. Aquí primaron las luchas ínter barriales, el tráfico ilícito de drogas y el afán de figuración.
Regresando a nuestro entorno, todos en nuestras performances diarias en la selva de cemento, nos hemos topado con esas huellas o firmas urbanas, en distintas formas: ya sea una explosión de color de un gran mural (frente al hipódromo de Monterrico, por ejemplo); ya sea una guetizante demarcación territorial de “la cALle” o “la bUlla”; ya sea un egocéntrico “TOÑO 2004”; ya sea un cursi-romántico “MARIA Y CARLOS. Forever”; o ya sea el omnipresente “ESCARCHADOS 474-2763”. Todos pueden ser denominados graffiti (procedente del italiano garabato). Esta expresión tiene como característica primordial su irrupción en la urbe.
Teniendo en cuenta esta característica cardinal surgen dos preguntas: ¿sigue siendo graffiti al entrar en una galería de arte? y ¿es arte el Graffiti?.
Justamente, durante el tiempo que estuvo en exhibición Soporte Graffiti, todo el mundo se reputó de oráculo, de omnisapiente. Todos opinaban y así se dio una gran trifulca, con muertos y heridos. Abundaron las preguntas (reiteradas, como espermatozoides): ¿es arte? ¿por qué nos los dejan en la calle? ¿por qué descontextualizar el graffiti?, entre tantas.
En conclusión, un gran debate. Y como dijo el crítico de arte canadiense Serge Gilbaut, autor del libro De cómo Nueva York se robó la idea de arte moderno lo más importante en toda exposición es el ánimo reflexivo, el debate que una muestra pueda levantar. Dice Gilbaut: “Esos son los lugares más interesantes de hoy porque plantean la reflexión necesaria sobre la reorganización actual del mundo y su expresión de cultura”. Amen por esta exposición.
Es importante recordar que esta propuesta no es nada nueva, ya en el año 1975 se dio la primera exposición de graffiti en el Artists Space de New York, en 1983 en el Boymans-Van Beuningen Museum de Rótterdam y la Galería Sydney Janis de New York. Además, ya en Lima en el año 2003 se dio una experiencias similar, pero menos multitudinaria, en el taller de Edith Sachs.
Indudablemente, esta fue una muestra esperanzadora, pues nos da fe de lo que serán los proyectos para plástica en este año, en momentos donde se debe entender que la tendencia actual es que la calle entre al espacio expositivo, y no lo contrario (como lo que sucedió a finales del 2003 en el FAC de Barranco). Observar acontecimientos como el FAC de Barranco, me parecen muy contemporáneos, pero si estuviéramos en la década del setenta.
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