__________Un cuento de arte objetual
__________David Flores-Hora

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_Texto original aparecido en:
_Flores Hora, David. (25 de abril de 2013). Un cuento sobre arte objetual. Diario 16, p. 11.
_Comentario sobre la exposición “Breve antología” de Eugenio Raborg. Curaduría de Élida Román. Galeria John Harriman, Centro Cultural Británico, Lima. 10 de abril a 31 de mayo del 2013.
_Edición: Milagros Olivera.
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Hace algunos años asistí a una conferencia del historiador del arte cubano Ronaldo Menéndez. Recuerdo que le hice una pregunta sobre arte objetual y su respuesta fue un cuento de Woody Allen donde un coleccionista millonario contrató a dos ladrones para que roben la obra de un artista. Cuando los ladrones ingresan de madrugada al museo se dan cuenta de la dificultad de aquel robo. La obra de arte se titulaba “El arte por helarte”, y consistía en dos bolsas de cemento, una bloque de ladrillos, un wáter sucio y tres baldes llenos de agua.

Para algunos artistas peruanos este cuento podría ser en una realidad propia. En esos casos, se reafirma la idea del objeto por el objeto y la inexistente pretensión estética.

En contraposición a esto, y bajo la curaduría de Élida Román, se viene presentando la exposición “Breve antología” de Eugenio Raborg en el Centro Cultural Británico. Esta es una muestra extraordinaria compuesta por pinturas, collages, juegos ópticos y ensamblajes. Ciertamente, son sus ensamblajes lo que dejan en claro esos vínculos entre el objeto, la construcción y su ambigüedad semántica. El objeto aquí es planteamiento, donde se mantienen las claves del arte académico, pero con un grado de experimentación admirable. La curadora ha dejado en claro tres características principales de la obra de este artista: el humor y la ironía; la capacidad de asociar sus admiraciones con la experiencia cotidiana; y el cuidadoso tratamiento técnico de cada detalle, de cada objeto.

Luego de esta reflexión, vale la pena saber como termina la historia de Allen: como habría de suponerse, los ladrones tomaron muy en serio su trabajo, y fueron sorprendidos por la policía en la vía pública remolcando todos esos objetos. El singular final de la historia es que no fueron condenados por robar obras de arte, sino por tráfico ilícito de materiales de construcción. Suerte para los ladrones, deshonra para el artista.
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